El alumnado del Primer Ciclo ha estado hablando en clase de Lenguaje como les ha ido este verano. Han recordado sus mejores momentos y nos han traído con sus dibujos los diferentes lugares en los que han estado: unos en la playa, otros en la piscina, en el pista de fútbol. Han hecho unos dibujos fantásticos que están expuestos en nuestro Mural de clase.
Galería de Trabajos realizados por el alumnado del Primer Ciclo
También han creado un "Museo"; un espacio donde el alumnado comparte con sus compañeros y profesores cosas que nos traen y que son importantes para ellos. Esta vez tenemos expuesto en nuestro museo una colección de conchas, caracolas y estrellas de mar que compartimos con todos vosotros con la foto que hemos hecho.

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Si usted, amigo lector, ha pisado una cocina comercial —no una de esas cocinas domésticas con vitrocerámica y ensaladas insípidas, sino una de verdad, con fogones rugiendo y aceite chisporroteando a la espera de un buen entrecot— sabrá que aquello es más campo de batalla que sala de estar. El cocinero, o más bien, el maestro de ceremonias culinarias, no solo lucha contra el reloj y las comandas, sino también contra un enemigo ancestral: el fuego.
Pero en este teatro de sabores y urgencias, ha aparecido un aliado inesperado: la extinción automática para cocinas en Barcelona. Un sistema que no lleva capa ni antifaz, pero que ha llegado para salvar pellejos y negocios. Y eso, créanme, en los tiempos que corren, no es poca cosa.
Se lo cuento como si estuviéramos en el bar de la esquina, entre tapa y tapa. La extinción automática no es más que un sistema inteligente que, sin necesidad de que nadie pulse botón alguno, detecta el fuego y lo apaga antes de que usted siquiera se entere de que está en problemas. Como si tuviera un sexto sentido para el peligro, y en lugar de huir, se lanzara de cabeza a combatirlo.
Los más sofisticados, los que hoy día se están instalando en cocinas de restaurantes de barrio y en las de grandes grupos hosteleros, funcionan con sensores térmicos, boquillas de descarga y un agente químico capaz de neutralizar las llamas en cuestión de segundos. Una auténtica maravilla tecnológica que no hace ruido ni alarde, pero que puede salvar un local y su reputación en lo que se tarda en preparar una tortilla de patatas.
Los sistemas de extinción automática se integran como si nada en la campana extractora. Usted sigue cocinando su arroz con bogavante o su hamburguesa gourmet sin preocuparse, pero si algo se tuerce —un aceite que supera la temperatura, una llama que se descontrola—, el sistema se activa solo.
Ni gritos, ni carreras, ni cubos de agua. Un chorro preciso de agente extintor y el fuego se esfuma como si nunca hubiera existido. ¿Y sabe qué es lo mejor? Que mientras tanto, el negocio no se detiene. Los comensales siguen con sus copas de vino y los camareros no tienen que improvisar mangueras con servilletas mojadas.
Ahí, justo en ese punto del relato, es donde entra en juego el concepto clave de este artículo: extinción automática para cocinas en barcelona, una ciudad con un tejido gastronómico tan vibrante como exigente, donde el más mínimo fallo puede costar caro. Y aquí no se juega con fuego. Literalmente.
Nos gusta lo espectacular, lo que se ve, lo que brilla. Pero en seguridad, lo que de verdad importa es aquello que funciona sin que se note. Un buen sistema de extinción automática no hace saltar alarmas ni arruina la decoración del local. Está ahí, como el camarero eficiente que siempre llega a tiempo sin molestar.
Y no solo protege a los fogones: protege el pan, la vida del chef, el prestigio del restaurante y la inversión de años. Ahorrar en este tipo de soluciones es jugar a la ruleta rusa con cinco balas en el tambor.
Aquí, a este punto del artículo, conviene introducir otra palabra que el lector no debería olvidar:informacion contra incendios. Porque no basta con instalar un sistema y olvidarse. Hay que conocerlo, saber cómo responde, revisarlo, integrarlo en los protocolos del restaurante y formar al personal.
No hablamos de futuro, hablamos de presente inmediato. Cadenas de comida rápida, hospitales, comedores escolares, restaurantes con estrella y sin ella... todos han abrazado esta tecnología como quien encuentra el cinturón de seguridad en una carretera con curvas.
Se instalan, se configuran, se revisan y se olvidan —hasta que salvan la jornada. La extinción automática se convierte así en el guardián discreto de la cocina, un centinela que nunca duerme ni pestañea.
Y es que en una cocina, todo puede salir bien... hasta que no. El fuego es traicionero, y cuando aparece sin invitación, no avisa. Pero estos sistemas sí lo hacen. Y reaccionan. Rápido. Sin esperar instrucciones. Sin margen de error.
Ni mucho menos. El viejo extintor rojo de siempre sigue siendo útil, como lo es un cuchillo afilado. Pero ya no está solo. Hoy comparte protagonismo con el sistema automático, como un actor secundario de lujo.
El extintor entra cuando el sistema ha fallado (algo poco común) o cuando hay un foco alejado del alcance de las boquillas automáticas. Por eso, lo uno no reemplaza a lo otro. Se complementan, se entienden. Como el vino y el queso, o el chef y su ayudante.
La ciudad condal ha entendido bien el mensaje. Con una oferta gastronómica que no para de crecer, y con normativas cada vez más exigentes, la inversión en sistemas de extinción automática ha dejado de ser una opción para convertirse en una obligación sensata.
Lo están instalando desde el pequeño bar del Raval hasta el restaurante de diseño en la Diagonal. Porque todos, absolutamente todos, tienen algo que perder si no se toman en serio el fuego.
Y no se trata solo de cumplir con la ley, sino de cuidar al equipo, proteger al cliente y asegurar el futuro de un negocio que vive del calor... pero no de las llamas.
La extinción automática para cocinas en Barcelona es ya un elemento indispensable, no un capricho tecnológico. Es el equivalente moderno a cerrar bien la puerta por la noche o llevar puesto el cinturón de seguridad. No lo notas, pero si no está, lo lamentarás.
En un mundo donde cada segundo cuenta, y donde un incendio puede borrar años de trabajo en minutos, la mejor receta es la prevención. Y en eso, estos sistemas no tienen rival.
Así que ya lo sabe. Si tiene un restaurante, o piensa abrir uno, no piense en la extinción automática como un gasto. Piénselo como un seguro de vida, un guardaespaldas silencioso y un gesto de responsabilidad hacia su equipo y sus comensales.
Porque, al final, la mejor cocina es aquella donde el fuego solo está donde debe estar: bajo la sartén.